LA CONQUISTA DE ALFONS III.
Las relaciones del estado feudatario musulmán de Menorca con sus dominadores cristianos fueron pacíficas durante el gobierno de Abu Utman, pero esta situación se inmutó súbitamente poco después de sucederle su hijo Abu Omar.
En 1282 Pere III de Aragón, deseoso de hostilizar las ciudades de Alcoll, Bugía, Bona y otras del norte de África, hizo escala en el puerto de Maó con una gran flota de 120 velas. Las autoridades moras de la isla le colmaron de agasajos y muestras de sumisión, pero el referido almojarife mandó secretamente aviso al señor de Alcoll de las intenciones bélicas del rey aragonés; las ciudades africanas estuvieron prevenidas y la expedición de Pere III fracasó. Hay que tener en cuenta sin embargo que la actuación del almojarife no puede calificarse de deslealtad y traición porque Menorca no era precisamente tributaria de Pere III, sino de su hermano Jaume II de Mallorca, que estaban enemistados entre sí.
Las discusiones y luchas entre los monarcas de Aragón y Mallorca y la necesidad de encauzar las energías y aplacar los ánimos exaltados de la nobleza fueron los principales determinantes de la conquista de Menorca. Alfons III, hijo y sucesor de Pere III, después de haber arrebatado a su tío la isla de Mallorca, estando en Huesca en octubre de 1286 hizo un llamamiento a sus súbditos, convocándoles para emprender la conquista de la Balear menor.
La expedición compuesta de unos efectivos desmesurados, veinte mil hombres en más de cien naves catalanas, aragonesas y sicilianas, salió de Salou el 22 de Noviembre, dirigiéndose a Mallorca, en donde permaneció hasta después de Navidad en que tomó rumbo a Menorca. Una tempestad dispersó la escuadra cuando se hallaba a la altura del cabo de Artrutx, pero una parte de ella logró reagruparse en Portopetro y entrar finalmente en el puerto de Maó, en el que ocuparon uno de sus islotes, llamado después Illa del Rei.
El 17 de Enero de 1287 desembarcó el monarca con su ejército y en las inmediaciones del puerto, concretamente en el "Pla des Vergers" y luego en la pequeña sierra de "Biniaixa" hubo una gran batalla entre los cristianos catalanes y los moros menorquines. El rey peleó valerosamente al frente de los suyos hasta vencer a los que habían traicionado a su padre. Se apoderó del castillo y pueblo de Maó, mientras que los moros vencidos se habían retirado al castillo roquero de "Sent Agáyz" (Santa Águeda).
Capitulaciones de Sent Agáyz.
Después de unos escasos días de descanso, el animoso Alfonso III cabalgó de nuevo al frente de sus tropas para tomar posesión de toda la isla, bajo la inclemencia del frío y caminos encharcados. Llegando a las cercanías del castillo de Sent Agáyz, el almojarife mandó bajar al encuentro de los vencedores a cuatro moros notables, los señores de Binodofá, de Binimodén, de Binicodrell y de Binimoama, para rendir al rey aragonés aquella fortaleza y toda Menorca. Era el 21 de enero de 1287.
Las capitulaciones de rendición eran duras. No sólo quedaban todos los castillos y poblaciones de Menorca propiedad absoluta del rey de Aragón, sino también los mismos musulmanes, que permanecían esclavos si no pagaban un rescate de siete doblas y media por persona, pero sus fincas, alhajas, mobiliario y demás cosas de su pertenencia quedaban en poder de los vencedores. Sólo se exceptuaba al almojarife que, con 200 personas entre familiares y allegados, serían llevados libres, a cuenta del rey a Berbería.
Estancia de Alfons III en Ciutadella.
El día siguiente de las capitulaciones (22 de enero) el joven monarca entraba al frente de sus tropas victoriosas en la antigua "Medina-Minurka", Ciutadella. El monarca residió en el que había sido palacio del almojarife, y que desde entonces se denominó Real Alcázar.
Durante sus cuarenta y cinco días de permanencia en la entonces capital menorquina, no permaneció ocioso el joven y activo rey. El rey Alfons III ordenó la conservación de los castillos de Santa Águeda y de Maó y el refuerzo de las defensas de Ciutadella. Además, para la defensa de la isla, repartió las tierras según el sistema feudal de la época, entre los guerreros que más se habían distinguido en la conquista o sencillamente entre los primeros que se lo solicitaban, ya que el joven rey, conocido por la historia con el sobrenombre de Liberal, "nunca dio repulsa a cualquier persona que le pidiera".
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